En vistas a que esta cuestión, os resulta difícil de plantear, he hecho una incursión en la red, y este ha sido el resultado. Espero que os sea de provecho. Tampoco es necesario que toméis todas las líneas que aparecen, hacer vosotros una última selección, que os recuerdo que como dice Ortega es la tarea básica del sujeto cognoscente, no ser transparente o bien deformar la realidad, sino seleccionar.
VALORACIÓN
DE LA ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO DE ORTEGA
Hoy
día el aprendizaje está en función de la vida, aprendemos para la
vida; pero también es cierto que la vida humana, que no es una
simple vida orgánica, está “determinada” por el aprendizaje.
Necesitamos aprender continuamente, porque la vida nos plantea nuevos
problemas a los que tenemos que dar respuesta. De hecho, gran parte
de los avances científicos o tecnológicos se producen al intentar
resolver problemas concretos, dificultades técnicas o alguna
necesidad social o psicológica, a las que hay que dar respuesta.
Recientemente
ha surgido un conjunto de prácticas filosóficas, que tratan de usar
la razón en el sentido orteguiano de orientación a la vida, de
respuesta a los problemas que plantea la vida. Se las designa con el
nombre de “filosofía práctica” o “asesoramiento filosófico”.
No se trata de una filosofía académica sino mundana, o mejor dicho,
saca la filosofía académica del reducido ámbito gremial y lo abre
al resto de las personas, ante las que se presenta como una ayuda
racional, a “su” razón. En esta línea están los llamados
“consultorios filosóficos” o libros de autoayuda como
Más
Platón y menos Prozac de
Lou Marinoff.
Respecto
a la doctrina del punto de vista, es importante señalar una
importante consecuencia de orden práctico, la tolerancia tanto
individual como social. Muestra su fecundidad cuando la aplicamos a
las sociedades actuales multiculturales. Tanto la población indígena
como la inmigrante tienen que ser fieles a su circunstancia
histórica, lo que implica que la primera adapte sus costumbres con
el fin de favorecer la convivencia con esa nueva población y que la
segunda abandone sus pretensiones de aplicar en el nuevo país que le
recibe las mismas pautas culturales que en su país de origen.
En
el siglo XX, ya desde sus inicios, se han producido una serie de
cambios de todo tipo y de forma acelerada (sociales, urbanísticos,
trabajo, familia, etc.) Todos estos cambios influyen no solo en
nuestro mundo, sino también en nuestro horizonte. Si el horizonte
cambia, cambia el sentido que las cosas tienen en el mundo.
Un
fenómeno donde se ve con claridad la importancia del horizonte es el
cambio generacional. Aquí Ortega fue pionero por la importancia que
le concedió al concepto de generación. En la actualidad las
diferencias generacionales están a la vista y son con frecuencia
fuente de conflicto. Una generación no entiende a la otra porque sus
expectativas, su horizonte, son distintos; y como consecuencia, el
valor que da a las cosas, su mundo, también es distinto. El
horizonte interviene en el proyecto de vida. Si queremos dominar la
situación en vez de ser dominados por ella e ir a remolque,
necesitamos fabricarnos un proyecto de vida, plantearnos qué
queremos hacer y qué queremos ser, y que nuestras decisiones se
orienten por ese proyecto. Para establecerlo necesito establecer un
horizonte, determinar mis expectativas vitales, que son las que van a
dar sentido a mi mundo, a las cosas que hago y a las personas con las
que me relaciono.
El
debate en torno al valor del estudio y enseñanza de la historia
encuentra en el perspectivismo un enfoque interesante: en todo
momento histórico el hombre ha encontrado una parte de verdad que en
posteriores momentos históricos han olvidado. Su conocimiento nos
acercará a partes de la verdad a las que nuestra circunstancia nos
impide acceder. La historia es, por tanto, un medio privilegiado para
el enriquecimiento.
La
filosofía de Ortega se propone como una solución a la crisis de la
modernidad. La vida política de su tiempo, oligárquica y fundada en
un sistema caciquil, expulsa de sí a la sociedad a la que ni ofrece
respuestas ni deja participar. Actualmente se ha difundido la
expresión «clase política»: se reconoce la existencia de un grupo
de «profesionales de la política» que parecen ocuparse más de sus
propios asuntos que de los que preocupan a la sociedad. La
consecuencia suele ser el desinterés de los ciudadanos por todo lo
que «huele» a política. Los bajos índices de inscripción en los
partidos políticos o sindicatos, y la baja participación en muchas
consultas electorales prueban ese desinterés reactivo al desinterés
de la clase política. Otra consecuencia es el auge
de organizaciones políticas alejadas de los partidos tradicionales y
que se presentan como alternativas que «responden a las necesidades
de los ciudadanos». Por eso, una vez más, las críticas de Ortega
a la vida política de su tiempo, una política alejada de la vida
concreta, así como sus propuestas de superación, siguen siendo
vigentes.
Para
terminar la valoración hacemos referencia al valor de la filosofía
de Ortega en un tema de máxima actualidad, como es la aprobación
del nuevo proyecto de reforma educativa, LOMCE,
que reduce a la Filosofía a la mínima expresión. Parece ser que no
es de ningún interés que se eduque en la formación de un
pensamiento crítico y racional, en la reflexión sobre lo bueno y lo
malo, la vida o los fundamentos de nuestra cultura. En definitiva la
Filosofía no les parece útil a los responsables de este proyecto
educativo. Y ciertamente no lo es como decía Ortega y Gasset en el
texto que tuvieron el honor de leer, La Asociación de Filósofos
Extremeños (AFEX) y La Plataforma de Defensa de la Filosofía de
Extremadura (PDFex), en un acto en la calle el pasado 4 de mayo de
2013, al menos no es útil para sus intereses.
“La
física sirve para muchas cosas, mientras que la filosofía no sirve
para nada. Ya lo dijo conste, un filósofo, el patrón de los
filósofos, Aristóteles. Precisamente por eso soy yo filósofo:
porque no sirve para nada serlo. La notoria inutilidad de la
filosofía es acaso el síntoma más favorable para que veamos en
ella el verdadero conocimiento. Una cosa que sirve es una cosa que
sirve para otra, y en esa medida es servil. La filosofía, que es la
vida auténtica, la vida poseyéndose a sí misma, no es útil para
nada ajeno a ella misma. En ella, el hombre es solo siervo de sí
mismo, lo cual quiere decir que solo en ella el hombre es señor de
sí mismo. Mas, por supuesto, la cosa no tiene importancia. Queda
usted en entera libertad de elegir entre estas dos cosas: o ser
filósofo o ser sonámbulo”.
Así
en una mañana de mayo los filósofos abandonaron su espacio
cotidiano y se echaron a la calle, para mostrar a los ciudadanos la
importancia de la Filosofía y los ciudadanos los escucharon y
agradecidos los ovacionaron con sus aplausos.